Quedamos prontito para ir hasta Nieva de Cameros acoger
setas, pero antes un cafelito en el bareto que está cerca de casa por eso del
sueño. Henchidos de cafeína nos dirigimos por la carretera de Soria al pueblo
serrano, antes de llegar a él nos desviamos por una senda de ganado, nos
cruzamos con vaca y caballos y me quede sorprendido con el paisaje otoñal, la
alfombra marrón que tejían las hojas caídas de las hayas, el desnudo de los
arboles configuraban un cuadro digno de
Alfonso Grosso, pero no está pintado era real
Pasamos por la plantación de la Yegua de Tito, y al poco
comenzamos la subida del monte, la idea era llenar la cesta de Boletus, por lo
visto y según mi amigo el recolector de setas
la zona es ideal para la especie, así que colmados de paciencia y
limpios los ojos de legañas de la noche anterior empezamos a otear el territorio.
¡¡Que si ven por aquí¡¡, ¡¡que si espérame que voy un poco más arriba¡¡, ¡¡que bájate
hasta aquel árbol¡¡, ¡¡que seguro que tiene que haber¡¡, pero nada hoy han
debido cerrar la taquilla y no hay “Boletus”, así que con las piernas cansinas
de subir y bajar por el monte y los ojos desorbitados de tanto otear el
terreno, decidimos volver por donde habíamos venido, con los bastones, las
navajas y la cesta vacía.
El entendido intenta justificar el desastre
pero es peor, <<que ya es tarde para recoger Boletus>> Que la época
de recogerlos es en Septiembre u Octubre<<, en fin una calamidad.
Pero somos inmutables y no nos desalentamos fácilmente, si
el Boletus está pasado de estación, vamos a buscar el Cabo azul; Pezón azul, Borracha, etc... , que
se dé un sitio que llenamos la cesta en un pis pas, así que de nuevo a caminar
hacia unos prados donde por lo visto la
variedad prolifera, otra caminata con las navajas, la cesta y ahora unas bolsas
del Corte Ingles, para llenarlas de hongos y luego sacar un pastón por ellas.
Vamos cruzando hayedos, robledales, la alfombra de hojarasca alivia el dolor de
los pies, los ojos empiezan a recuperar la perspectiva y el paisaje es grandioso
Poco a poco nos vamos acercando a los prados con numeroso
boj, encontramos un árbol con algunas maguillas silvestres, cojo una, es como
una manzana diminuta y de sabor amargo, la muerdo y la tiro, por lo visto se
usan para hacer un pacharán distinto al de endrinas, no me he envenenado pues
veo bien, aunque los pinreles empiezan a discutir como siempre, >>que si
las botas son baratas>> ¡¡¡, que ya te decía yo que te han engañado, que
a ese precio ni en los chinos¡¡¡. Las
uñas de los dedos gordos empiezan a entumecerse y el dolor se intensifica, mi
amigo dando ánimos, vamos que al fondo está el profuso bancal de bejines.
Por fin llegamos y activar
los sentidos para descubrir el jugoso
manjar que nos espera con ajitos y aceite.
Tu por allí y Yo por aquí,
cuando veas un corro de setas me avisas,
veo unas y aviso
Nada estas no son y encima esta aguachinadas, veo otras y
aviso, nada estas están muy secas, las otras tienen gusano, la otra es un champiñón
y esta pasado. El cabo azul, ya debe ser sargento, por el tiempo que llevamos buscándole
seguro que ha ascendido, encontramos restos de animales, un cráneo, un fémur,
otro cráneo, los buitres dan vueltas por encima, parece ser que algunos
animales la palman por allí y los rapaces se ponen los picos como el pantojin,
hay veo una Taba monumental, que recuerdos de infancia, cuando jugábamos (hoyos,
panza , liso y carnero.), la cojo y me la guardo en el bolsillo para jugar en
casa con mi mujer, (seguro que no está de humor para recrearse con el Astrágalo
), pero da igual la infancia es adorable. Seguimos dejándonos los ojos en el
matorral, en el prado, en las piedras y nada , por fin Heli ve un” cabo azul”, lo corta y lo limpia, es
bonito, con mucho esmero lo coloca en la cesta
y me da la segunda lección práctica del mundo setero “Hay que guardarlas con el tallo cortado y
limpias”, la primera,
“Seta que no conozcas ni la toques”, poco a poco va recogiendo algunas, en otro
corro vemos unas senderuelas, al canasto. Como estamos separados, al ir al encuentro
del otro perdemos la cesta, otra aventura, ahora tienes que procurar no pisar
ninguna cagarruta de vaca, o rumiante, mirar a ver si de paso encuentras algún
hongo y la canasra, es difícil coordinar todo al mismo tiempo, después
de la caminata, las botas, los pies y las uñas del dedo gordo. En fin una odisea.
Por fin encontramos la cesta con las cuatro
“muleras” y las senderuelas. Como el acontecimiento ha sido preocupante recibo el encargo de la custodia
del tesoro, me parezco a Caperucita con la cestita y hablando como Gollum, pero
las órdenes son órdenes y no hay que rechistar que hemos venido en su coche y
te puedes quedar a dormir en la Casa de los Siete Enanitos y no es plan. Defraudados de nuevo porque la recolecta ha
sido escasa, decidimos ir a otro paraje en que seguro que el cabo a visto al
cura y el cura al sacristán, porque por aquí pocos cabos hay que atar ya, todo esto sin descanso, subiendo, bajando,
llaneando, con la canasta como la
violetera apoyada en la cintura y el garrote en la otra mano por si aparece un
Gnomo cabreado y le dar por aplicarnos la Ley Hipotecaria por haberle
desahuciado sin mandamiento legal.
Volvemos
a atravesar los bosques,, parece que la niebla nos va a envolver, pero siempre queda
un rayito de Sol para hacernos más llevadera la caminata, llegamos al coche, es
la mejor noticia del día, por fin voy a descansar, mis extremidades inferiores
seguro que me lo agradecen, me voy a quitar
la preocupación del gnomo y mis conocidos no me verán
cantando por La Gran Vía, un alivio, pero llega Heli y mira el reloj, es
incansable, como todavía es pronto, (llevamos más de tres horas, dando vueltas
y vueltas con las órbitas desacopladas), pero ya sabes si no quieres volver a
pinrel , a tragar, un ratito en coche nos vendrá bien. Subimos las cuestas del
Serradero y paramos, ahora viene lo peor, hay que bajarse del coche, coger las
navajas, la cestita y el piolet y volver a subir, a bajar, a llanear, a pasar
por zarzales a cabrearte, por qué si no hay setas, le lapido , pero como la perseverancia
tiene su premio, en un matorral vemos un
corro de “cabos azules”, al lado otro, en un pequeño sendero cantiduvi, la
diosa Fortuna ha estado de nuestro lado, ha oído mis plegarias para que por fin
Heli encontrara su Nirvana, llenara la cesta y nos volveremos a casa a quitarme
las botas de monte y tirarlas directamente a la basura, porque lo juro por todo
lo que se menea, que no vuelvo a hacer padecer a mis uñas por motivos ajenos a
sus responsabilidades.
Gracias Heliodoro por
tu compañía, por enseñarme estos paisajes de tu pueblo y por la charleta setera que me has endosado, espero que cuando limpies las setas me obsequies
con algunas para que mi Dueña sepa que esposo tan rural tiene, aunque nunca he
sido cabo, ni siquiera de la División Azul